sábado, 1 de marzo de 2008

PARA NIÑOS

Soy de los que se queda ensimismado delante del vaso de café y la tostada del desayuno. No sé adonde voy, porque cuando vuelvo en mí no recuerdo nada de lo que estuve pensando y elucubrando. A veces pienso que me abducen los extraterrestres, me hacen pruebas, y en vez de devolverme al instante donde me cogieron, lo hacen un poco más tarde de lo que debieran, por eso el café está frío y la el pan tostado duro. Aunque pensándolo bien, también me podían haber devuelto unos minutos antes y que todo quemara más, o que las tostadas no estuvieran hechas a pesar de que mi sensación sea la de estar ya comiéndolas. En fin esas paranoias que no puedo evitar pensar y escribir aunque el tema de hoy vaya de niños.


Miro la taza de Spiderman con el cola cao y la cañita. Es la taza de mi niño. Y pienso si el se quedará así ido como yo delante del desayuno. Y después recuerdo los desayunos infantiles que protagonicé. Y recuerdo que era natural que el cola cao y el pan con manteca estuvieran en la mesa, y no recuerdo cuando me llegó el triste momento de tener que servirmelo yo y empezar a tostarme el pan. Quizás no fue triste, sino que supuso un paso más en que me consideraran mayor (para mi niño eso es importante), y por lo tanto fue un logro que me dejaran hacerlo y solo lo veo triste desde la perspectiva del mayor recién levantado. Todo parece depender del carácter que tuviera cuando era pequeño, tampoco lo recuerdo bien. Solo recuerdo que era imaginativo y que en vez de gustarme jugar con los playmobil prefería las pinzas de la ropa porque no tenían cara y uno le podía imaginar la cara que quería.


Es curioso lo del carácter, y lo de la edad. Mi niño protagoniza mil aventuras, y escucha casi cualquier cuento, mientras mi sobrino siempre está inventando algún tipo de arma nueva y solo le gustan los cuentos de aventuras. La última vez que se quedaron los dos a dormir juntos les conté este cuento que me inventé sobre la marcha. Normalmente no suelo acordarme de este tipo de cuentos sólo que éste le gustó a mi sobrino y me lo pidió en el desayuno del día siguiente. No volví a verlo hasta la semana siguiente y me lo volvió a pedir. Como suele suceder, él se acordaba mejor que yo del cuento.


Quizás no es muy de sinvergüenzas pero algunos sinver tenemos hijos y nuestros tiernos momentos. Por cierto, no tiene título, cuando lo contéis a los retoños de vuestra familia podéis ponerle el título que queráis:


Había una vez un niño que vivía en la tierra del futuro. Su padre era piloto espacial y llevaba una nave de pasajeros desde la tierra a la luna. En el futuro eso era como ser conductor de autobús, pero con un pequeño problema, que el papá del niño cuando conducía la nave se llevaba una semana de viaje, que era lo que se tardaba por aquel entonces en ir y venir de la luna en vuelo directo con una nave de pasajeros.


Como se llevaba tanto tiempo sin verlo, el niño cada vez que se iba su padre lloraba y se ponía triste. Aunque su padre siempre le traía un regalo de la luna, el niño siempre lloraba y decía: -papá llévame contigo, que yo quiero también ir contigo a la luna. Y su padre le decía: -eso no puede ser, no puedes venir al trabajo de papá, además para un niño es peligroso.


Pero un día el niño se escapó y se escondió en la nave. Despegaron y cuando ya estaban el espacio entonces el niño salió. El padre se enfadó un montón, le gritó y lo encerró en una habitación de la nave castigado, y después estuvo sin hablarle un buen rato, pero al final como el viaje era largo, lo perdonó con la condición de que no volviera a hacerlo. Entonces, el papá del niño lo enseñó a pilotar la nave y dejó que la condujera un rato.


Ya en la luna, lo llevó a los parques que había dentro de los cráteres y le enseñó los mares de polvo y fueron juntos a comprarle un regalo a la madre.


Cuando despegaron para volver a la tierra, los malos secuestraron la nave, la llevaron a un asteroide y metieron al niño, al padre y a todos los que viajaban con ellos en la cárcel.


Pero no se dieron cuenta de que el niño era pequeño y flaco y cabía entre los barrotes. Así que el niño se escapó, cogió la llave de la celda y abrió para que todos pudieran salir. Pero cuando estaban corriendo para la nave los malos se dieron cuenta y empezaron a dispararles. Cuando llegaron a la nave habían herido al padre del niño en un brazo y en una pierna y no podía conducir la nave.


-Vamos hijo, tu puedes conducir la nave no te acuerdas que te enseñé cuando íbamos para la luna.


Era verdad, mientras los malos seguían disparando, el niño condujo la nave y lo hizo rápido para que no lo persiguieran y así se escaparon.


Cuando llegaron a la tierra el padre contó lo que había pasado y todos felicitaron al niño, hicieron una fiesta, le pusieron una medalla y le dieron un bocadillo de chorizo. Y colorín colorado se comió el bocadillo y no me ha dado y este cuento...

3 comentarios:

Beatriz Montero dijo...

Como Tim burton lea este cuento, hace una peli echando leches. Jajaja.

Romy dijo...

encantador,,,,felicidades

Juanjo Merapalabra dijo...

Joé Bea eso parece una amenaza jeje.

Gracias latifa bienvenida al blog de los sinver.