lunes, 25 de febrero de 2008

CAFETERIA CEM. NUEVO ESPACIO PARA LA PALABRA VIVA


Una cafetería de ambiente agradable y diseño en la decoración ha decidido programar actuaciones los domingos a la hora tonta.

Un domingo a las ocho de la tarde no sabe uno qué hacer. Pues ahora además de meterte en el cine a ver la última de..., puedes hacer algo diferente y tomarte una copa disfrutando de la voz de cantautores noveles gaditanos o de cuentos y monólogos en la cafetería CEM de la plaza de Candelaria.

Ayer estrenaron este espacio para la palabra viva Manolo Bienvenido y Monano. Y como no, acudimos para aplaudir, disfrutar, y de paso echarle un vistazo al sitio y a la gente que en él se reúne.

Lo de aplaudir y disfrutar no resultó difícil. Tanto Bienvenido como Monano supieron ganarse al público y llevar a término su presentación con considerable éxito.

Primero subió Bienvenido a un escenario que está frente a la barra y divide el local en dos partes. Esto hace que el espacio sea difícil aunque con una ventaja desde mi punto de vista, y es que en la barra nadie se pone a pedir y se controla con la mirada bastante bien a los que están en ella. La desventaja es que hay que girarse para mirar al público de ambas partes, y en esta ocasión una parte estaba más llena que otra, con lo que era inevitable mirar más hacia un lado que hacia el otro.

Pero la experiencia de Wellcome es larga y suplió esos pequeños inconvenientes con maestría. Su monólogo del gallego enganchó enseguida con el público y en pocos minutos todos tenían una sonrisa franca dibujada en sus caras. Una lástima que a un camarero se le ocurriera calentar leche en la cafetera casi al final del monólogo, eso nos desconcentró a todos y Manolo tuvo que hacer un esfuerzo extra para reintegrarnos a la historia.

Tras un descanso de quince o veinte minutos se subió al escenario Monano, con el bar más lleno que al comienzo y eso que ya tenía una buena entrada. Él contó dos historias personales y en su
estilo inimitable (monanil proponen algunos que se llame). Desde las primeras palabras conectó con el público y nos convenció a todos que era mejor no quedar a tomar café con una piva que te guste, ilustrando su consejo con uno de sus fracasos en el difícil arte del ligoteo.

La segunda historia, también personal, fue de viajes. Seguro que si nunca han estado en Holanda, después de escuchar el viaje de Monano sacan el billete para el próximo puente, cuando se les pase la risa claro.

El público aplaudió con ganas de agradecer a los dos su presencia en el local. Lo que hace suponer que volverá para ver próximas actuaciones. Yo mismo lo haré, porque el ambiente es agradable y el público deja disfrutar de lo que se desarrolla en la tarima.

Sólo un pequeño apunte: la máquina de café debería estar apagada durante la función. Para que el público pueda consumir a su antojo ya hay un descanso. Y si evitamos los ruidos innecesarios todo saldrá mejor, la gente querrá volver, los narradores estarán más a gusto y todos ganamos.

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